En el aro ligero de la luna
canta para mí solo un ruiseñor.
A cada golpe de oro de su pico
brota en el aire una constelación.
Canta el pájaro pardo dulcemente
y se eriza de plumas y palor.
Cuando se pone el pecho más delgado,
dice mucho más clara su canción.
Morir, acaso, es continuar un sueño
de luna en luna y de sol en sol.
Baldomero Fernández
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