jueves, julio 29, 2010

'Montes Grises'


La ventana está abierta.
Mis ojos salen en busca del infinito y mi mirada es bloqueada por la cortina gris que está allí delante.
No veo nada más que los montes.
Siento apenas la oscuridad... y
Sudo frió.
Estoy mareado.
Detenido en este espacio sin nada que me aleja del horizonte.
Distante del infinito.
Lejos de la realidad que no es la mía, y preso en esta ficción que muchos llaman existencia.
Yo aquí, los montes grises y nada más.
Los montes grises, yo, todo.
En algún lugar la vida; allí los montes grises y yo perdido.
Disperso en la vida que no veo por culpa de ellos: De los montes grises.
La vida extraviada en algún sendero entre yo y el después de los montes.
Una vida que no quiero ver y está justo entre cualquier otro lugar y yo.
Vida gris.
Oscura vida.
Mi vida sin color.
Los montes prosiguen en un sueño perpetuo.
Mantengo la ventana abierta.
Cerro los ojos y
Inhalo el olor de la pesadilla.
Me ahogo.
Estoy dentro de una armadura: ciego, sordo y mudo.
No percibo la danza de los árboles.
No oigo el canto de los pájaros, y siquiera escucho el viento.
Todo es gris.
No...
Entre yo y el más allá
Existen los montes grises.
Estés, que están allí delante.
Los que están en todos los lugares.
Un gris que está aquí, dentro de mí.
Díos, el sudor aumenta.
Veo dentro y veo fuera.
No veo nada.
Todo es oscuro.

La culpa es de la frontera que me separa del infinito.
Ellos son responsables: los montes grises.
Ella: la densa vida.
¿Vida?
Una lágrima solitaria camina por mi cara.
Ahora otra, más una y el llanto es inminente.
Lloro la confusión de mis ojos.
Reclamo la ceguera de mi alma.
Peleo contra el salvaje peso del gris de los montes.
Lucho contra el negro de mi vida.
Todo es extraño.
Montes que no veo.
Rocas en mi camino.
Colores que desaparecieron.
Abro los ojos.
Ayer y el futuro: cosas invisibles...
Por veces me gustaría no ver nada.
En otras, cuando veo los montes grises añoro el arco-iris (el colorido de la existencia).
Todo es oscuridad…
¿Dónde estás?, Vida.
Quizá, tras el gris de los montes...
De estos montes que de verdad son verdes,
Pues gris, está mi corazón.
El corazón que late un colorido que no veo.
UN COLORIDO QUE NO QUIERO VER...


José Eduardo S. de Miranda

*José Eduardo S. de Miranda,
doutorando em Direito pela Universidad de Deusto, em Bilbao (Espanha), doutorando em Relações Internacionais pela Universidad del País Vasco (EHU), mestre (Estudios Avanzados) em Direito Comercial, pela Universidad de Deusto, especialista em Direito Comercial, especialista em Metodologia do Ensino Superior, professor do curso de Direito e coordenador acadêmico das Faculdades Integradas Norte Capixaba.
ES- Brasil.

domingo, julio 25, 2010

CREDO


Gracias porque abro los ojos y veo
la salida del sol, el cielo, el río
en la mañana diáfana de estío
que llena hasta los bordes mi deseo.

Gracias, Señor, por esto que poseo
que siendo sólo tuyo es todo mío
aunque basta una gota del rocío
para saber que es cierto lo que creo.

Creo que la belleza tan sencilla
que se revela en esta maravilla
es reflejo no más de tu hermosura.

Qué importa pues que esta belleza muera
si he de ver la hermosura duradera
que en tu infinito corazón madura.


José Coronel Urtecho
(Granada, Nicaragua, 1906 - Managua, Nicaragua 1994).
Poeta, ensayista y dramaturgo nicaragüense.

viernes, julio 23, 2010

"Por la noche..."


Por la noche, perezoso y cárdeno, arde el fuego en la chimenea;
desde un rincón en un sofá rojo yo lo miro de frente,
hasta que mi mente se duerme, hasta que mis pestañas se bajan;
la vela está apagada en la casa... el sueño es cálido, lento, suave.

Entonces tú te acercas por la oscuridad, sonriente,
blanca como la nieve invernal, dulce como un día de verano:
te sientas en mis rodillas, querida, tus brazos rodean
mi cuello... y tú con amor miras mi rostro que palidece.

Con tus brazos blancos, delicados, redondos, perfumados,
tú encadenas mi cuello, sobre mi pecho apoyas tu cabeza;
y como salida de un sueño, con manos blancas, dulces,
tú vas apartando los mechones de mi triste frente.

Alisas, despacio y perezosamente, mi frente tranquila
y, pensando que estoy dormido, astuta, posas tu boca de fuego,
como el sueño, sobre mis ojos cerrados y en medio de mi frente
y sonríes, como se ríen los sueños en un corazón amado.

Oh! Acaríciame, hasta que mi frente vuelva a ser lisa y suave,
Oh! Acaríciame, hasta que vuelvas a ser joven como la luz del sol,
hasta que seas clara como el rocío, dulce como una flor,
hasta que mi rostro no esté arrugado, mi corazón ya no sea viejo.


Mihai Eminescu
(Traducción - Dana Giurca / José Manuel Lucía Megías)

domingo, julio 18, 2010

***


¿De dónde vengo...? El más horrible y áspero
de los senderos busca,
las huellas de unos pies ensangrentados
sobre la roca dura,
los despojos de un alma hecha jirones
en las zarzas agudas,
te dirán el camino
que conduce a mi cuna.

¿Adónde voy? El mas sombrío y triste
de los páramos cruza,
valle de eternas nieves y de eternas
melancólicas brumas.
En donde esté una piedra solitaria
sin inscripción alguna,
donde habite el olvido,
allí estará mi tumba.

Gustavo Adolfo Bécquer

martes, julio 06, 2010

SONETO DEL VINO


¿En qué reino, en qué siglo, bajo qué silenciosa
Conjunción de los astros, en qué secreto día
Que el mármol no ha salvado, surgió la valerosa
Y singular idea de inventar la alegría?
Con otoños de oro la inventaron. El vino
Fluye rojo a lo largo de las generaciones
Como el río del tiempo y en el arduo camino
Nos prodiga su música, su fuego y sus leones.
En la noche del júbilo o en la jornada adversa
Exalta la alegría o mitiga el espanto
Y el ditirambo nuevo que este día le canto
Otrora lo cantaron el árabe y el persa.
Vino, enséñame el arte de ver mi propia historia
Como si ésta ya fuera ceniza en la memoria.

Jorge Luís Borges